jueves, 10 de octubre de 2013

MANUEL VÁZQUEZ MONTALBÁN, PEPE CARVALHO Y EL RAVAL DE BARCELONA (1939-2003)

El 18 de octubre se cumplieron diez años de la muerte de Manolo Vázquez Montalbán. Qué mejor manera para recordarlo que seguir sus palabras y sus itinerarios. Legado que en buena medida también ha sido llevado al cine. Con ello, haremos un paseo literario y cinematográfico por unos espacios de la ciudad de Barcelona, los del barrio del Raval, desde la memoria que preservó y con sus juicios emitidos, que siguen vigentes. 
Manolo Vázquez Montalbán
El periodista, escritor, gastrónomo, etc., Manuel Vázquez Montalbán nació en el número 11 de la calle de Botella, el 14 de junio de 1939, apenas a cien metros del genuino barrio de El Raval de Barcelona, o si se prefiere de El Barrio Chino, o de El Distrito Quinto. Cualquiera de los tres epígrafes nos muestra el mismo lugar en tiempos distintos; son denominaciones que van de la popular e incorrecta a la políticamente correcta
El Raval era y es uno de los barrios más peculiares de la ciudad, tanto por su historia como por la evolución que ha experimentado en los últimos años. Tiene como límites  La Rambla, la salida al puerto, el Paral·lel, las rondas de Sant Pau y de Sant Antoni y la plaza de Catalunya.  

Contiene y ha contenido una población de aluvión, que nuestro  autor resalta: 
- ¿De dónde son ustedes?
- De Jaén.
- Pues no tienen acento.
- Nuestra familia se vino a Barcelona cuando se acercaban los nacionales y aquí nos quedamos. Esta es mi prima.
Magda asumió el ser la prima de Ofelia, pero se desentendió de la historia, avanzando hacia el antepecho que daba a la calle de la Cera. Se ponía el sol y de la calle llegaban percusiones de manos gitanas sobre los taburetes del Bar Moderno.
-¡Ya empiezan!
-Gritó Magda desde su observatorio, y Ofelia corrió seguida  de Andrés, Young y el niño, que había abandonado la bicicleta.
- ¿De qué se trata?
Preguntó al viejo Barquero.
-Los gitanos de la calle Cera. Cada tarde la arman.
- ¿Se pelean?
-No. Cantan y bailan.   (MVM, 1985: 119)


La Rambla, en el límite septentrional de El Raval, es un abigarrado espacio en el que conviven los elementos más diversos. En forma de  meandro, cubierta de plátanos centenarios, es un río de poco menos de dos kilómetros de longitud y una anchura regular.La Rambla se extiende desde el monumento a Colón en el puerto de la Pau, hasta la Plaza de Catalunya. 
Dice su narrador en Tatuaje (MVM, 1974) que luego recoge Bigas Luna (1979) en su versión cinematográfica, que en ningún otro lugar consigue encontrar esa arteria que le insufla vida, una calle con pocos cambios a lo largo de la historia: 

Las Ramblas habían conservado el sabio capricho de las aguas descendentes que le habían dado origen. Tenían voluntad de aguas con destino como las gentes que las recorrían a todas las horas del día, despidiéndose con morosidad de los plátanos, de los quioscos policrómicos, del caprichoso comercio de loros y macacos, del mercenario jardín de puestos de flores, de la arqueología de los edificios que marcaban tres siglos de historia de una ciudad con historia. (MVM, 1974: 113) 

En la actualidad mantiene su atractivo, a pesar  de los  cambios de los últimos años. Su recorrido está salpicado de kioscos con periódicos y revistas de diversas latitudes; paradas de flores, terrazas de bares y restaurantes dispuestos a servir una paella con sangría a la hora más intempestiva; tiendas de souvenirs, mercadillos de fin de semana; y, en los márgenes, pensiones y hoteles; edificios históricos: el teatro Principal, el mercado de la Boqueria, el Liceu (teatro de la ópera de la ciudad), la iglesia barroca de Betlem, los palacios de La Virreina y el Moja, antiguos conventos desamortizados, la fuente  de Canaletes –de la que dice la leyenda que quien bebe su agua vuelve siempre a la ciudad-; y una no menos heterogénea  y siempre densa masa humana compuesta de artistas, estatuas humanas, vendedores, astrólogos y adivinadores del porvenir, turistas, trileros, mochileros, guardias  y gente habitual, 'ramblistas' o rambleros de toda la vida; es uno de los mejores lugares de Barcelona para pasear  y parar a tomarse algo en una terraza o en un banco -si se tiene la suerte de conseguirlo- viendo pasar la vida.
Font de Canaletes 
 Estas  Rambles, están vivas para MVM:
No hay precio para lo que aparece en cualquier bocacalle del distrito quinto abierta a las Ramblas: la brusca desembocadura en un río por donde circula la biología y la historia de una ciudad, del mundo entero.  (MVM, 1978: 37)  

Cercana, y no menos atractiva, está la plaza Reial que los domingos alberga un mercado de compraventa filatélico y numismático... Pero volvamos al centro de El Raval. Si bien los cambios han sido muchos, todavía  restan patios traseros repletos de macetas de colores y tendederos de ropa, bazares de vídeo-sexo, Peep Show y un fuerte tufo a esperma mezclado con ambientador barato; son calles como la de Sant Ramon, la de Les Tàpies o la de Sant Rafel, donde poco se meten los visitantes porque carecen de la luz que atrae a los turistas ocasionales; sin embargo,  para algunos mantienen el halo mitológico del auténtico latido del viejo y mísero Barrio Chino de Barcelona…
Los cambios han sido muchos,  antes y después de los Juegos Olímpicos de 1992, pero  ese populoso espacio urbano mantiene su denominación, la de arrabal de la ciudad, como categoría del barrio que fue, expresado en catalán: El Raval. Sector de huertas y campos en la Edad Media donde se habían instalado instituciones hospitalarias: el Hospital de la Santa Creu, de estilo gótico civil, único y espléndido, que mantiene su culta laicidad. Cerca, el románico de Sant Llàtzer, capilla-ermita, que se encuentra en la plaza del Pedró, que hasta hace muy poco aún exhibía un rótulo en la puerta de entrada que decía Expendeduría de Timbres y Tabacos y, en el extremo sur-occidental, el monasterio de Sant Pau del Camp, igualmente románico, con planta de cruz latina y un pequeño claustro.

En el siglo XVIII, se inició la urbanización del barrio, llegaron las primeras industrias y se construyeron  viviendas. Su gran crecimiento y el cerco de las murallas, obligaban  a elevar los edificios y a crear una abigarrada red de calles  donde nunca entraba el sol, lo que generó problemas de salubridad por la densidad humana y la falta de equipamientos adecuados “-Un piano en este barrio. Imposible. Tal vez en la calle Obispo Laguarda. Allí hay casas con ascensor”, dice un personaje de El Pianista (1985pág. 147), también llevada al cine por Mario Gas en 1998.

Intentar librarse de ello ha requerido actuaciones sucesivas de remodelación, hasta conseguir el aspecto actual. Aunque ya no esté en ninguna periferia, el nombre, El Raval ha recuperado, en la toponimia actual, lo que había sido respecto a la ciudad; un lugar fuera del perímetro de las murallas que la oprimían en el siglo XIX, el barrio proveedor de todas las necesidades de los marineros que recalaban en Barcelona. El Gran Teatre del Liceu y el Palau de la Virreina miran a La Rambla y dan la espalda a El Raval. 
Casa Leopoldo, en la calle de Sant Rafel, está en el centro de esta aglomeración urbana, socialmente compleja. Fue fundada en un viejo edificio de 1730, por el abuelo Leopoldo, en 1929, cuando Barcelona presentó la Exposición Universal y el mundo sufría una de las caídas económicas más espectaculares de la historia. Decorada con mosaico en las paredes; con cuadros y fotografías y resaltar, sobre todo, las dedicatorias y las alusiones taurinas. Los toros y el arte de torearlos eran el principal espectáculo popular de la ciudad y de la clase trabajadora que vivía en El Raval; obreros portuarios y trabajadores de las fábricas del barrio. Es el recuerdo de una Barcelona que se resiste a desaparecer. Casa Leopoldo es un centro de reuniones y de conversaciones que se alargan. La mejor consigna para comer bien  allí es decir: "Vengo de parte de Pepe Carvalho, póngame lo que ustedes quieran”                                         

El restaurante, reiteradamente recordado en la serie Carvalho, tiene una buena bodega y es el punto de encuentro de cierta élite intelectual. 

Todo empezó el día en que MVM fue con su padre a comer a Casa Leopoldo: "Siempre conservó el nombre de Casa Leopoldo como el de la iniciación a un ritual apasionante" (Los mares del Sur: 54) que recoge la propia película, dirigida por Manuel Esteban en 1991.

El Distrito Quinto fue un barrio de calles estrechas y malolientes; de fachadas altas, siniestras y pardas. Las plantas de los raquíticos balcones parecían surgir de la pared  más  que de un tiesto:

En estos barrios la  gente  siempre está en el balcón para  ver lo poco que pasa por sus calles y lo adornan como un anticipo del jardín deseado: geranios, clavelinas, esparragueras, lo que crece en estas calles poco soleadas, y bajan al paso de los percherones a cogerles las boñigas para abonar  la tierra de las macetas. (MVM, 1985: 138)

El autor presenta un barrio con persianas de listones verdes, ventanucos enrejados, ropa tendida tapada con plásticos mugrientos, y pequeños comercios que abastecían el barrio: alpargaterías y talleres para la reparación de motos; tiendas de ultramarinos con aspecto de rancio; vaquerías, lecherías... 

Un barrio que realquilaba alguna habitación de la casa para sobrevivir en pequeños pisos, sin comodidades: sin agua corriente, ni luz eléctrica; con inviernos fríos y calurosos veranos; y con un espacio público en calles bulliciosas, pero sin libertad. En la:

“Puerta de la Paz  suena el tararí tararí de arriar bandera y todo el mundo inmóvil en la calle, como si estuviéramos todos muertos de pié saludando con el brazo en alto” (MVM, 1985: 110)

Las gentes buscaban poder reunirse con vecinos y amigos, en tertulias, a charlar, fumar, tomar el sol; a hacerse confidencias, promesas de amor eterno en espacios que permanecían escondidos o, al menos, pasaban desapercibidos para los policías y los chivatos. El entorno elegido era el de los terrados, azoteas  de las casas de vecinos, que no pertenecían a nadie y todos podían hacer suyos:

- Le he dicho que subiera aquí a airearse un poco y se ha sorprendido mucho de que subiéramos al terrado cada tarde.
- ¿Por qué subimos a este terrado cada tarde? Tal vez  para no bajar a la calle. ¿A ti no te pasa? Me parece vivir en un país que no es el mío, desde que entraron «estos». Mira, mira ésa, está fumando (MVM, 1985:111)

Muestra los cines de barrio con las sesiones dobles del sábado por la tarde, con películas en blanco y negro o en tecnicolor. Cita los cines: Céntrico, Goya, Horas “lleno de chinches y de orines de viejos” (El pianista: 151); Argentina, Diana, Monumental, Padró, Pelayo, Cataluña, Vergara, Atlantico -can Pistola-, Avenida de la Luz, Ramblas, Latino, Unión, Barcelona, Edén, Alarcón, Castilla, Nuevo, Arnau… De mejor o peor categoría eran “olorosos a zotal y animados por pajilleras,  de posguerra, al servicio del poco poder adquisitivo de sus clientes, adictos al SOE (Servicio Obligatorio de Enfermedad”. (El Pianista:151)  y nuestro autor,  lo recuerda (“El País” 3/4/ 2003) 
Inaugurado en 1940, después de la guerra. La Avenida de la Luz fue la primera galería comercial subterránea de Europa. Se accedía por la estación de metro de Plaza Catalunya. 

En la ronda de Sant Antoni  estaba el límite y la frontera meridional del barrio. Era el lugar de paseo y de compras; comercios de escaparates más generosos, con pijamas, zapatos o cacerolas; cúmulo de objetos agolpados e indiscriminados, tapándose entre sí; tiendas de muebles, con tresillos, reposapiés, revisteros, teléfonos de alabastro retrotraídos del tiempo; o dálmatas esclerotizados, de porcelana, fúnebres,  pero al alcance de todos los bolsillos; era un espacio de abasto excepcional. También el del fin de semana, porque del mercado de víveres de Sant Antoni contaba, sigue contando, con puestos de libros nuevos y de viejo, tebeos, cromos, discos y pequeños cachivaches, los domingos por la mañana;  donde se iba, y se sigue yendo, a buscar el cromo de la colección que no aparecía nunca en los sobres sorpresa, para intercambiar con otros que, en grupos espontáneos, acudían con el mismo fin;  sabían que, fácilmente, iban a encontrar su homólogo. Ya en el límite con la ronda de Sant Pau estaba, y también continúa, el colegio de los Escolapios (can colapi), donde asistían los hijos de la gente del barrio, desde las clases populares hasta una cierta mesocracia con cierto poder adquisitivo,  que eran respetados porque que tenían una tienda, elemento de valor para una época de escasez. 
Ese espacio de la infancia y adolescencia de MVM ha quedado reflejado en la mayoría de las novelas del detective Pepe Carvalho, tipo cínico, descreído y heterodoxo que, a lo largo de la serie, irá cayendo en un profundo pesimismo. Capaz de quemar libros desde el mismo día en que se da cuenta de que la cultura le había separado de la vida y que no podía transformar la sociedad. Personaje que,  como su autor, había vivido  en la calle Botella del Barrio Chino, y que, ya en edad de merecer, como él, se traslada a una casa de Vallvidrera, en las alturas de la Ciudad Condal

A veces llegó a dudar de la realidad de aquel barrio. En el recuerdo le parecía como una ciudad pobre y sumergida en un almíbar agridulce. Humillados y vencidos, en la cotidiana obligación de pedir perdón por haber nacido. La primera vez que Carvalho abandonó aquellas calles, por un cierto tiempo pensó que se había liberado para siempre de la condición de animal ahogado en la tristeza histórica. Pero la llevaba encima como el caracol lleva su cáscara, y cuando ya tarde decidió aceptar todo lo que le había hecho lo que era y quién era, volvió al escenario de su infancia y su adolescencia. Aquellos barrios se habían convertido en la antesala del cementerio para las viejas generaciones condenadas a morir entre sus humedades, mientras los hijos se guarecían en las madrigueras del extrarradio barcelonés. (MVM, 1977: 90) 

La suciedad de las calles, con borrachos y putas, con delincuencia, son palabras vacías por sí solas, que el autor convirtió en literarias a través de las vidas de personajes como Biscuter o Charo, su novia prostituta. Calles compartidas por dos hombres bien distintos: Pepe Carvalho que había sufrido prisión durante el franquismo y Méndez, que era policía, aunque no policía franquista. Carvalho llegó a ser miembro de la CIA y recorrió el mundo, Méndez siguió por las calles de Barcelona como inspector, sin que nunca tuviera un ascenso. Carvalho con gusto y afición por comer bien y cocinar con esmero y Méndez caracterizado como un pésimo gourmet que engulle tortilla de patatas momificada. Carvalho es capaz de elegir el vino adecuado, de la mejor cosecha, y ofrecerlo o sorberlo con la temperatura que corresponde; Méndez tiene una visión enológica raquítica y su paladar no aspira a un mejor vino que el de garrafa. Carvalho es fumador de habanos y Méndez solo  aspira el humo del puro del poderoso al que espía. Sus antítesis siguen también en su apariencia: Carvalho es atractivo para las mujeres y tiene frecuentes relaciones sexuales con escaso vínculo; el pobre Méndez vive  solitario sin que pueda acceder fácilmente al consuelo amoroso. También se distinguen por su lugar de residencia: Carvalho trabaja en las Ramblas y vive en Vallvidrera, Méndez trabaja y vive en el Barrio Chino sin que sus pulmones  puedan resistir el aire más puro de Vallvidrera.
Pero, aun siendo tan distintos, son igualmente críticos con el poder y los poderosos, y comparten su solidaridad con los más desfavorecidos. Se parecen en el sentido que tienen de la justicia, aunque no coincidan en cómo administrarla. El oficio de Carvalho es buscar la verdad y mostrarla a sus clientes, pero no entregar al culpable a la policía; Méndez sabe que no siempre la ley protege al más débil. Pero, por encima de todo, e indistintamente de sus semejanzas o diferencias, comparten su amor por la ciudad y  por sus calles y sus rincones. Aman su gente, sus oscuridades, sus ausencias, sus miradas. Les interesan las huellas que alguien dejó en una esquina, los fantasmas que sugieren:

Construí el personaje con una serie de materiales de derribo que lo hacían inverosímil en la realidad material, pero perfecta y mágicamente verosímil en la realidad literaria. Inmigrante, ex-agente de la CIA, ex-miembro del Partido Comunista, amante de una prostituta de teléfono, viviendo inmerso en una familia atípica (Biscúter, Bromuro, Charo, el gestor Fuster). Todos estos ingredientes dibujaban un personaje social y psicológicamente fronterizo, observador distante y crítico de todo y en condiciones de sancionar la realidad desde una arbitrariedad impune. El que era guardaespaldas en Yo maté a Kennedy se convirtió en investigador privado, en fisgador social que va preguntando por aquí y por allá hasta hacerse una composición de lugar al mismo tiempo que se la va haciendo el lector. (MVM, 1990)

Carvalho nace con Yo maté a Kennedy (1972) el personaje es un superagente secreto gallego con licencia para matar, infiltrado en una Casa Blanca de realidad virtual, tal como  lo son en esta novela todos los protagonistas creados por los medios de comunicación de masas, incluidos John, Bob, Jacqueline, de la familia de los Kennedy. Es una obra de la etapa vanguardista, escrita en forma de collage entre canciones, escenas teatrales, crítica literaria, panfletos políticos y parodia de los medios de comunicación. La novela  era un intento de explicar la realidad de la España de finales de los años 60 y principios de los setenta, inmersa en una modernidad de desarrollo cultural y tecnológico y una parálisis política. Yo maté a Kennedy era un yo maté a Franco imposible.  El poema de Lady Bird recorre  toda la novela (MVM, 1996a: 126-127)  

He sorprendido otra vez a lady Bird mirando por el ojo de la cerradura de las habitaciones privadas de Bob Kennedy. La he zarandeado para que advirtiera mi presencia y ha intentado salir del paso imitando con los labios el sonido del cuchillo (MVM, 1972: 137)  

Cabe señalar que la poesía de V. Montalbán tiene gran presencia en su narrativa, porque su forma se reproducirá en los monólogos interiores descriptivos y sentimentales  de sus novelas y relatos. Su poesía se caracteriza por  su unidad, en la complejidad. En algunas de las obras narrativas de la serie de Carvalho se produce la inclusión del propio autor, por medio de sus poemas. Sirva de ejemplo su poema SOE, muy vinculada a su obra narrativa donde nos recuerda el espacio:

En la pared el rapto de las sabinas
ocre y verde desconchadas
macas de humedad, raídos
tapizados de damasco clareados por el sol
tardío en el balcón de hierro blanco
por el polvo
                        subían de la calle
el rumor y el tufillo de las fritangas,
cabezas de corderos ciegos, pinchitos
de chorizo, papas asadas, pimienta,
mujeres en traje de chaqueta hablaban
me la busca, alguien arrancaba
un timbrazo único de aquella puerta
de cristal opaco-lavajes de gomas-
sífilis-las muchachas reían en la esquina
las dos o tres palabras del albañil
-restauraban la fachada de un bar
casa Manolo-invitándolas a un carajillo…
(MVM, 1996a: 47)

Los comienzos como novelista de Vázquez Montalbán coinciden con la explosión del arte popular urbano basado en los medios de comunicación de masas. El arte «pop» se sirve del collage y la intertextualidad, como elemento básico del, entre otros, lenguaje publicitario. Con la citación implícita y explícita de otras obras, conseguía una gran condensación informativa ampliando el carácter polisémico del signo. 

Si el realismo social respetaba el mantenimiento del orden establecido, la tendencia al absurdo y lo irracional son los elementos vertebradores del «cogito interruptus» del que hablara Umberto Eco (Apocalípticos e integrados, 1985: 384). Vázquez Montalbán elaboraba un discurso crítico contra una sociedad materializada, que oculta y reelabora viejos conceptos ideológicos y falsea impresentables situaciones sociales o políticas desde la multiplicidad discursiva de los medios de comunicación. De hecho, reproduce en su obra escrita un mecanismo propio del cine.  

Tras el mayo francés y la invasión soviética a Checoslovaquia se da un momento de confusión y desorientación en la izquierda europea y en la española. Esa crisis ideológica  propicia la elaboración de un discurso literario que deja de ser el social de la generación del medio siglo. Vázquez Montalbán será una de las voces más críticas que se alcen en contra del llamado realismo social español. De esta forma, se obtendrá una forma de crónica crítica subjetiva ajena al objetivismo, que será la antecesora directa de lo que dentro de la obra de MVM se ha llamado la «crónica sentimental»,  tanto en el periodismo, como en su obra narrativa o poética. 

El paso a la transición y la consolidación de la democracia se tiene en cuenta en La soledad del Manager, que transporta a aquellos difíciles finales de los setenta y primeros de los ochenta, donde España se debatía entre la dictadura, la transición y la definitiva democracia. Aparece muerto un manager internacional, en el bolsillo de su americana hay unas bragas; la viuda encarga el caso a Carvalho. Lo que en principio parece un crimen sexual, se complica de forma truculenta y se convierte en toda una trama política que tiene como fondo la consolidación democrática española. Para situar la época resalta los acontecimientos habituales del momento, en su escenario favorito La Rambla:

Anochecía en las Ramblas, Carvalho empezó a captar los síntomas de que se acercaban las algaradas cotidianas. La policía de la Brigada Especial Antidisturbios había empezado a tomar posiciones según un ritual de perpetuo estado de sitio. Jóvenes contraculturales apolíticos y jóvenes contraculturales políticos divorciaban sus grupos. En cualquier momento podía aparecer un comando de ultraderecha actuando como provocador y por las aceras se deslizaban los militantes de este y aquel partido en busca de sus sedes ya legales, sin ganas de verse mezclados en la inmensa trifulca, dispuestos a no verse desmontados de un porrazo del recién adquirido caballo de la legalidad y la respetabilidad histórica. Entre las ocho y las diez  desaparecían putas, macarrones, maricones, hampones mayores y menores  para no recibir de rechazo un golpe político. Desde la ventana Carvalho contempla el aumento de tensión Ramblas arriba y a su lado Biscuter se quejaba de lo peligrosa que se está poniendo la ciudad.  (MVM, 1977: 63)

El Barrio Chino y Barcelona, esbozados en Tatuaje (1974), cobraron mucha más importancia en La soledad del manager (1977) y se trasforman en materia literaria a partir de Los mares del sur (1979).         
Año 1979, en vísperas de las elecciones municipales en Barcelona, Pepe Carvalho tiene que investigar las causas de un misterioso crimen. Stuart Pedrell, un hombre de negocios,  aparece muerto a navajazos en un rincón de la ciudad,  cuando se le suponía haciendo un viaje por la Polinesia. Carvalho  investiga sus andanzas durante ese año. Tiene una peculiar personalidad,  obsesión por seguir las obres de Gauguin y deseo de ir a los mares del Sur, como símbolo de un  sueño irrealizable.  Poco a poco descubre que  todo se  funde en un sentimiento de frustración personal. El relato hace un cuadro de personajes y ambientes que refleja los conflictos personales y sociales del momento. A partir  de esta novela la Ciudad Condal pasa a ser una metáfora, un personaje que irá evolucionando título a título, para dar sentido al ocaso geográfico de la memoria del detective.  

Carvalho fue hacia el sur a largas zancadas con los brazos subrayando el esfuerzo del cuerpo y los ojos vigilantes repitiéndose mentalmente que era un imbécil. Se lanzó a la calzada rodeante del monumento de Colón entre miradas aviesas y algún insulto de los automovilistas. La Puerta de la Paz parecía despoblada por la primavera fría aunque el sol calentaba a algunos ancianos en los bancos, y los fotógrafos ambulantes perseguían con su salmodia a los escasos turistas desganados. Junto a la garita donde vendían los tickets para las golondrinas, yacía una desastrada y sucia muchacha con niño mamante y semidormido. Un cartón a su lado contaba la historia de un marido canceroso y de una situación de extrema necesidad que exigía la limosna del paseante. Pedigüeños, parados, seguidores del Niño Jesús y de la santísima madre que los parió. La ciudad parecía inundada de fugitivos de todo y de todos. Pasó lenta una barca, abriendo estelas pesadas en las aguas grasientas.  (MVM, 1986: 88).

Para Carvalho, las intrincadas callejas del Raval son una ciudad en sí misma, viva, decadente, que lucha por alejarse de las piquetas. A partir de El laberinto griego (1991), que coincide con el comienzo de la construcción de la Villa Olímpica destinada a los Juegos de 1992. Carvalho se siente progresivamente desubicado[1]. Donde antes había prostitutas ahora se veían universitarios entrando en la Pompeu Fabra, y desde las alturas de Vallvidrera se divisaba una nueva silueta:

Sobre todo la ciudad postolímpica, abierta al mar, surcada por vías rápidas, en plena destrucción el Barrio Chino, las avionetas de lo políticamente correcto sobrevolando la ciudad, fumigándola por matar sus bacterias, sus virus históricos... convertida en un teatro profiláctico para interpretar la farsa de la modernidad (MVM, 1997: 16)
 
Allí fueron los nuevos colonos urbanitas en busca de El Dorado, pero no Carvalho. Por eso necesitará irse en El premio (1996) a Madrid,  “La ciudad del millón de dossiers, donde todo el mundo trafica con lo que sabe sobre las cloacas ajenas” (MVM, 1996: 75)  y más tarde a Buenos Aires en su Quinteto en Buenos Aires (1997), en un intento por reubicarse. Sin embargo, regresará sin remedio a Barcelona en El hombre de mi vida (2000). Ahora, ya sólo le queda dar vueltas en torno a la vejez y la muerte que la ve más cerca. Eso es lo que siente Pepe Carvalho. En esta novela, también vuelve Charo, que tras haberse marchado a trabajar a un hotel de Andorra para un buen cliente en las aventuras de El laberinto griego (1991), película dirigida por Rafael Alcázar, en 1993. Ahora, en el verano de 1999, vuelve enamoradísima de Carvalho y su ex cliente le monta una tienda de dietética en el Puerto Olímpico. Pero el ex cliente de Charo, influyente político de la administración autonómica catalana, quiere también ayudar a Carvalho a reorganizar su vida y para ello lo introduce en los ambientes de los Servicios de Inteligencia catalanes.

A pocos meses del final del milenio, Carvalho vive una historia de amor con  una atractiva mujer que viene del pasado, Jessica Stuart-Pedrell, a la que conocimos en Los mares del sur (1979). Carvalho convive con la sospecha de que ha sido elegido para una finalidad que no puede controlar. El retrato de Carvalho, sin patrias ni banderas, jugando con el espionaje a la catalana está bien logrado. Lo que  le pasa  demuestra y confirma el intento de coherencia narrativa del autor a lo largo de toda la serie, el esfuerzo por hacer una narrativa de personaje, voluntad totalmente exitosa. Porque Carvalho, para bien o para mal, ya no puede leerse aisladamente. 


Lo mejor de El hombre de mi vida es el resignado y entrañable reencuentro del detective con Barcelona, de la que había abominado a partir del proceso desencadenado. Carvalho admite que le cuesta aceptar su satisfacción cuando baja por La Rambla para encontrarse con un mar que, a pesar de los nuevos centros comerciales y lúdicos, le pertenece. Era inimaginable que, anteriormente, Carvalho disfrutara bañándose en las playas de Barcelona. El detective busca olores, como el de la fritanga de gambas, que le devuelvan su imaginario de la ciudad y empieza a aceptarla, aunque sea una Barcelona "hermosa pero sin alma"  desde los Juegos Olímpicos (El laberinto griego, 1991, y Sabotaje olímpico, 1993) Esto provoca una mirada analítica sobre la ciudad que, inmersa en la sociedad de la globalización, sufre los embates característicos de hoy. Las nuevas peripecias del detective están relacionadas asuntos relacionados con con el desarrollo de las sectas religiosas, el auge de los nacionalismos y la pérdida de la privacidad por culpa de una sociedad que todo lo controla en extremo. Carvalho, este penúltimo Carvalho en la Barcelona del final del siglo XX deja de ser personaje y se convierte en persona. Por eso piensa con frecuencia en la edad. Por lo mismo hace viajes incesantes a la infancia, se enternece con el recuerdo de los juegos con pólvora barata y evoca un viejo perro muerto con sensibilidad proustiana. El héroe murió. Le ha sucedido un otro que se descubre a sí mismo «con alma de jubilado». Le ha vencido el escepticismo y la derrota: ya «no me quedan banderas», confiesa. Lo que hace en este momento es echar cuentas. Su patrimonio son 10 millones ahorrados y casa en propiedad. Así que debe asegurar el futuro. Quizá se haga funcionario.  Milenio I y II  (2004) es, en parte,  el retorno o la re-invocación de MVM a las formas argumentativas más características de la llamada etapa subnormal —de hecho, siempre han salpicado su obra—, con estrategias estilísticas y narrativas que ya había utilizado en los años  sesenta y primeros setenta para poner de manifiesto que la normalidad del imperialismo y del capitalismo dominante era capaz simplemente de generar todo tipo de desastres. 


Entre  El hombre de mi vida y Milenio hay un vacío cronológico: en la primera, la acción tenía lugar entre los meses de noviembre y diciembre de 1999; la segunda empieza en junio de 2002 y acaba la Navidad del mismo año. Al final de El hombre de mi vida, Carvalho ajustaba las cuentas con Anfruns, que en un comportamiento quijotesco ofrecía ayuda desganada a todo tipo de desvalidos, como había hecho siempre, y como también hará a lo largo de la vuelta al mundo. La huida de Carvalho y Biscuter, además del referente quijotesco, contempla declara intertextualidad con La vuelta al mundo en ochenta días, de Jules Verne o respecto a Bouvard y Pécuchet, obra inacabada de Gustave Flaubert que Carvalho quemará casi al final del recorrido. Carvalho y Biscuter  hacen un viaje que,  para el primero, es de despedida del mundo y, para el segundo, de emancipación y en cierta manera de asimilación al personaje de Carvalho. Carvalho sale de Barcelona como personaje agotado, cansado del mundo y de sí mismo. Quizá desde su regreso a Barcelona, a principios de los setenta, su esperanza es escasa, como mucho sólo tiene la voluntad de no interponerse en la de los otros, siempre que no sea demasiado irracional o absurda. En el presente de las obras han transcurrido ya más de cuatro décadas;  el comunismo se ha deshecho, la guerra fría la han ganado los buenos, el imperialismo tiene otra etiqueta, pero, a grandes rasgos, el resumen de la situación es tan complicada como entonces: desorden e injusticia por doquier. No es casual, por ejemplo, que a menudo, mientras Carvalho y Biscuter recorren el mundo, la memoria del detective evoque días y hechos de la inmediata posguerra civil española, como si lo que vive  ahora fuera repetición de lo vivido, y lo único que haya cambiado haya sido el escenario. 
Al  margen de Pepe Carvalho, El pianista relata, desde una visión posmoderna respecto al espacio de El Raval en dos épocas: la de los años de posguerra y la de los años ochenta. Esta segunda permite seguir un itinerario urbano  que contiene  una  profunda crítica a la sociedad de la penúltima decena  del siglo XX. Para ello utiliza a unos adultos universitarios con ideología de izquierdas que en su juventud habían participado en el movimiento democrático opuesto al franquismo y propiciado la llegada de la democracia; y, en el presente novelado, la década de los ochenta, se han aburguesado y casi se han olvidado de su pasado reciente. Los personajes caminan y mencionan espacios significativos de La Rambla, connotados y comparados con otros antes existentes y que el paso del tiempo ha hecho desaparecer. Señalan que hacen  “un paseo crítico”:

Empezaríamos por la hamburguesería que han abierto en el viejo Canaletas. Podríamos hacer allí una reflexión  sobre la degradación de la gastronomía y la penetración cultural imperial norteamericana a través de la hamburguesa. A dos pasos está los corrillos culés y podríamos meditar amargamente sobre la pérdida de las señas de identidad de un club como el Barcelona, en otro tiempo vanguardia épica de la Catalunya resistente. Luego pasaremos ante el cine capitol, el viejo Can Pistola, donde sólo proyectan basura porno o pseudoporno, con lo que podremos lamentarnos sobre la corrupción de la cultura de masas y la desinformación sexual generalizada. A continuación el reformado Moka, obligada parada en el vía crucis para considerar el qué se hizo de los cafés de antaño, sustituídos por la ambigüedad formal de los establecimientos actuales en los que las farmacias parecen cafeterías y las cafeterías farmacias… ¿Queréis que siga? En las Ramblas cabe un visión cósmica y si alzamos la cabeza seguro que veremos un ovni de la Internacional Socialista Planetaria, y así hasta el puerto. (MVM, 1985:31)

El itinerario del grupo empieza en la casa de una de las parejas, en la calle Obispo Laguarda,  cercana a la plaza del Pedró; sigue por Riera Alta, Carme, plaza y calle dels Angels, Tallers, Jovellanos, Pelayo, y continúa por la cabecera de La Rambla. Estos amigos pasan por la coctelería Boadas -parada obligada para muchos-.  
Coctelería Boadas
Citan el palacio de la Virreina, el Liceu, ven kioscos, floristerías, y demás mobiliario urbano del paseo y llegan hasta una sala de espectáculos de una travesía de la parte más baja, junto al puerto, en donde hay un pianista -que da el título a la novela- y contiene una bella historia en flash back que se retrotrae a la Guerra Civil. 
La Rambla de Barcelona 
Como ya hemos señalado, de todo cuanto el autor recuerda de su niñez queda poco. Apenas algunas casas de habitaciones, un mundo de miseria que parece salido de la noche, al lado de los nuevos edificios de promoción pública, y un puñado de acabadas mujeres, apostadas en algunas esquinas, que se baten como ejército en retirada. Ahí, en El Raval, como en otras partes de Barcelona donde hubo espacios cerrados, se han eliminado fincas y se han abierto plazas y calles más anchas; la nueva Rambla del Raval, museos, algún nuevo hotel de diez plantas, la Filmoteca, la UGT, multicines y tantas otras cosas que hace treinta o incluso veinte años jamás se nos hubiera ocurrió imaginar. "Nada quedó de abril” con un abril como referente histórico de una edad de oro perdida, como motivo sentimental de convertir la memoria en deseo, la historia en razón para luchar: 

Nada quedó del puerto,
grúas retorcidas, patrulleros hundidos, serones
cargados de alcaparras y girasoles, cascotes
de bombas misteriosamente, humanizadas, se oían
caer después, ya de vuelta a la ciudad, como
una noche impuesta que se impone gritando
      murieron
pretendientes y nadie descendió a la calle
al paso de los percherones
     los geranios
se agostaron en cenizas amarillas
     luego
volvieron otras tardes de abril, no aquéllas
     muertas
muertas ya para siempre
los gitanos perdieron duende, no
cantaban, tosían de noche bajo el relente, cuando
cosíamos tristes arreglos de vestidos viejos
para mutilados cuerpos de posguerra
    incivil
inmutables, más allá de esta ventana, de esta
persiana, de estas macetas vacías como planetas
deshabitados, los palos grises para tender
la ropa, azoteas de arenisca y ladrillos desportillados,
negras chimeneas rotas
y amarillos jaramagos sobre tejados en erosión
("Nada quedó de abril": fragmento).

No parecía posible que por aquellos lugares tristes y míseros llegaran a  pasear los turistas que hoy circulan a diario, con guías en varias lenguas, que compran en los quioscos de La Rambla. Tampoco sospechábamos que llegaría a haber rótulos en inglés, árabe, ruso; que los bares además de calamares y tortilla de patatas contarían con falafel y shawarma; y que la alpargatería  sería  sustituida por una galería de arte. Hoy hay saris por la calle, carnicerías islámicas, souvenires en todas partes y, en los asientos de La Rambla, los viejos del barrio conversan con recién llegados argelinos, centroeuropeos, marroquíes, o de América latina. Lógicamente, el cambio ha sido para bien; qué duda cabe. Pero en el imaginario personal,  en aquel recuerdo en blanco y negro,  prevalecen los sueños, los mitos surgidos  de la memoria selectiva que los poetas han grabado en nuestras mentes, de forma indeleble y ahora, al despertar, se rompen en mil pedazos: 

La ciudad queda así como un escenario entre dos espectáculos y forzada en cierto sentido a dar siempre el espectáculo. Ya no es la más norteña de las capitales del sur, ni la más sureña de las capitales del norte, ni queda casi rastro de sus ingles del Barrio Chino, ni placas conmemorativas de sus subversiones maravillosas; lo que es centro volverá a ser centro, y las periferias quedarán fuera de las fotografías de esta ciudad pequeño teatro, tal vez para teatro de ensayo, que hoy parece un escenario propuesto para representaciones vengan de donde vengan, probablemente de fuera   (MVM,  “El País”, 31 / 8 / 2002)


Para terminar decir que MVM fue polifacético y prolífico. Más conocido como escritor de sus novelas de la serie Carvalho, por las que alcanzó gran popularidad, y sirvieron  de modelo para el desarrollo de la novela negra. Menos conocido por sus cuentos y relatos, en cierta manera la esencia de algunos argumentos que después utilizó en otros libros. A título de ejemplo,  "Pigmalión" de Pigmalión y otros relatos, publicado por Seix Barral, en 1987:  
  
También el audio «Paisaje de adolescencia con iglesia románica sumergida» que fabula recuerdos escolares con tensión estilística e ironía. Pertenece a relatos escritos entre 1965 y 1986. Los diecisiete que comprende este volumen  hacen un recorrido por paisajes de la memoria de un pasado aún cercano («1945», «Helena del París de Francia», «El jefe está que trina»), de la cotidianidad («El matarife», «La vida privada del doctor Betriu», «A mí no me toca un tío asqueroso») o de mitos culturales («El alevoso asesinato de Agatha Christie», «Mao en el Yang Tse-kiang»). El libro tiene pluralidad de enfoques e intereses con unidad de estilo.

A modo de epílogo, dejamos la entrevista a MVM de Canal +, concedida con el compromiso de ser emitida cuando ya no estuviera en este mundo. 

__________________
1. Cassani Alberto G. en  Le Barcellone perdute di Pepe Carvalho,  2000  señala  que: “La ciudad literaria fue un resultado natural de la relación dialéctica entre lo bueno, lo malo y lo inevitable, pero a no ser que llegue alguna catástrofe, se fundan todos lo fusibles y crucen todos los cables, apagones que preparen el escenario de un Mad Max norteño, ¿Qué material literario va a incubar la Villa Olímpica como no sea combinaciones verbales para bolsas de precongelados? Sin duda todos, o al menos los que contamos en esta ciudad, su establishment, seremos más felices, pero con serias dificultades para perpetuar el imaginario barcelonés establecido entre 1714 y 1992”

Adaptación del capítulo de libro:
Romea Castro, C. “El Barrio Chino de Manuel Vázquez Montalbán. Ensayos sobre su obra”. Libro: Manuel Vázquez Montalbán desde la memoria (José Manuel López Abiada/Augusta López Bernasochi/Michèle Oehrli, Editores) Editorial: Editorial Verbum  Páginas, inicial: 475 final: 495 Año: 2010 Lugar de publicación: Madrid ISBN: 978-84-7962-633-4 Depósito legal: SE-2587-2010

Bibliografía
ARROYO, Francesc: "La subnormalidad o el camino al paraíso", en Manuel Vázquez Montalbán: Escritos subnormales, Barcelona: Seix Barral, 1989, pp. 5-11.

·       CASSANI, Alberto Giorgio: Le Barcellone perdute di Pepe Carvalho  Milano, Unicopli, 2000. (Le città letterarie).

·     COLMEIRO, José Fernando: "La novela policiaca posmodernista de Vázquez Montalbán", en: Anales de la literatura española contemporánea  nº 14, 1989,  pp. 11-32.

·      ___ Crónica del desencanto: la narrativa de Manuel Vázquez Montalbán, Miami, North South Center Press,  1996

·     COMPITELLO, Malcolm Alan: "De la metanovela a la novela: Manuel Vázquez Montalbán y los límites de la vanguardia española contemporánea", en Fernando BURGOS (ed.), Prosa hispánica de vanguardia, Madrid, Orígenes, 1986,  pp. 191-199.

·     DÍAZ ARENAS, Ángel: Quién es quién en la obra narrativa de Manuel Vázquez Montalbán / Angel Díaz Arenas. Kassel, Reichenberger, 1997.

·      ECO, Umberto:   Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen, 1985, p. 384

·   MIRET, Enric: "Barcelona: espacio real, espacio simbólico", en Yvan Lissorgues (coord.), La renovation du roman espagnol depuis  Toulouse, Presses 1975.

·    RESINA , Joan  Ramon: El cadáver en la cocina, Barcelona, Anthropos.1997
2
    ROMEA, Celia:  "La Realidad literaturizada. Un motivo didáctico”. En Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado nº.18, (Septiembre/Diciembre 1993). Zaragoza, 1993. Páginas 155-168. http://www.ub.edu/frac/images/stories/DLL/pdf/Celia_Realidad_literaturalizada.pdf

·    TYRAS, Georges: “Mon itinéraire Carvalho.” Les Cahiers de la pensé sauvage 1, 1984 pp.  37-41.

·         ___ Geometrías de la memoria. Conversaciones con Manuel Vázquez Montalbán, Granada, Zoela Ediciones. 2003

·    VÁZQUEZ DE  PARGA, Salvador: "Hacia una novela policiaca literaria", en La novela policíaca en España, Barcelona, Ronsel,  1993, pp. 208-223.

Páginas web.  
ARANDA , Joaquim:   El mundo según Carvalho  (Exclusiva de Vespito.net anterior a la publicación del libro, Milenio). 12/1/2004   http://www.vespito.net/mvm/milenio03.html 

·   VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel /Joaquín MARCO,  Conferencia: Debate Escenas de la Memoria. 19 /V/1998. en:  http://www.acteon.es/raval/e5a4/pane2.html

·   VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel: Una ciudad entre dos espectáculos  “El País”, 31 / 8 / 2002)  http://www.vespito.net/mvm/forum.html

 ____ Un imaginario literario  “El País” 15/3/ 2003

·        ____ Ni siquiera se llamabaTerenc: “El País” 3/4/ 2003

·      ____ El personaje novelesco, coordinado por Marina Mayoral, publicado  por el Ministerio de Cultura y Ediciones Cátedra. 1990  Fragmento  en   http://www.vespito.net/mvm/persnov.html

p    ____  PEPE CARVALHO http://es.wikipedia.org/wiki/Pepe_Carvalho 

Obras literarias citadas.
VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel, Memoria y deseo. Obra poética (1963-1990), Barcelona: Grijalbo, 1996a
____ Una educación sentimental, Barcelona: Ed. Saturno, 1967
____ Manifiesto Subnormal, Barcelona: Ed. Kairós, 1970
____ Yo maté a Kennedy, Barcelona:  Ed. Planeta, 1972
____ Tatuaje, Barcelona: Ed. Batlló,  1974
____ La soledad del manager, Barcelona: Planeta, 1977
____ Asesinato en el Comité Central, Barcelona: Planeta,  1981
____ Los pájaros de Bangkok, Barcelona: Planeta, 1983
____ La rosa de Alejandría , Barcelona: Planeta, 1984
____ El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985
____ Los mares del Sur, Barcelona:Planeta, 1986
____  Pigmalión y otros relatos, Barcelona:  Seix Barral, 1987
____ El laberinto griego, Barcelona: Planeta, 1991
____ Sabotaje olímpico, Barcelona: Planeta, 1993
____ El premio, Barcelona: Planeta, 1996b
____ Quinteto de Buenos Aires, Barcelona, Planeta, 1997
____ Milenio I y II, Barcelona, Planeta, 2004