El 18 de octubre se cumplieron diez años de la muerte de Manolo Vázquez Montalbán. Qué mejor manera para recordarlo que seguir sus palabras y sus itinerarios. Legado que en buena medida también ha sido llevado al cine. Con ello, haremos un paseo literario y cinematográfico por unos espacios de la ciudad de Barcelona, los del barrio del Raval, desde la memoria que preservó y con sus juicios emitidos, que siguen vigentes.
Manolo Vázquez Montalbán |
El periodista, escritor, gastrónomo, etc., Manuel Vázquez Montalbán nació en el número 11 de la calle de Botella,
el 14 de junio de 1939, apenas a cien metros del genuino barrio de El Raval de Barcelona, o si se prefiere de El Barrio Chino, o de El Distrito Quinto. Cualquiera de los
tres epígrafes nos muestra el mismo lugar en tiempos distintos; son denominaciones
que van de la popular e incorrecta a la políticamente correcta.
El Raval era y es uno de los barrios más peculiares de la ciudad, tanto por su historia como por la evolución que ha experimentado en los últimos años. Tiene como límites La Rambla, la salida al puerto, el Paral·lel, las rondas de Sant Pau y de Sant Antoni y la plaza de Catalunya.
El Raval era y es uno de los barrios más peculiares de la ciudad, tanto por su historia como por la evolución que ha experimentado en los últimos años. Tiene como límites La Rambla, la salida al puerto, el Paral·lel, las rondas de Sant Pau y de Sant Antoni y la plaza de Catalunya.
Contiene y ha contenido una población de aluvión, que nuestro autor resalta:
- ¿De dónde son ustedes?
- De Jaén.
- Pues no tienen acento.
- Nuestra familia se vino a Barcelona cuando se acercaban los nacionales y aquí nos quedamos. Esta es mi prima.
Magda asumió el ser la prima de Ofelia, pero se desentendió de la historia, avanzando hacia el antepecho que daba a la calle de la Cera. Se ponía el sol y de la calle llegaban percusiones de manos gitanas sobre los taburetes del Bar Moderno.
-¡Ya empiezan!
-Gritó Magda desde su observatorio, y Ofelia corrió seguida de Andrés, Young y el niño, que había abandonado la bicicleta.
- ¿De qué se trata?
Preguntó al viejo Barquero.
-Los gitanos de la calle Cera. Cada tarde la arman.
- ¿Se pelean?
-No. Cantan y bailan. (MVM, 1985: 119)
La Rambla, en
el límite septentrional de El Raval, es un abigarrado espacio en el que
conviven los elementos más diversos. En
forma de meandro, cubierta de plátanos
centenarios, es un río de poco menos de
dos kilómetros de longitud y una anchura regular.La Rambla se extiende desde
el monumento a Colón en el puerto de la Pau, hasta la Plaza de Catalunya.
-No. Cantan y bailan. (MVM, 1985: 119)
Las Ramblas habían
conservado el sabio capricho de las aguas descendentes que le habían dado
origen. Tenían voluntad de aguas con destino como las gentes que las recorrían
a todas las horas del día, despidiéndose con morosidad de los plátanos, de los
quioscos policrómicos, del caprichoso comercio de loros y macacos, del
mercenario jardín de puestos de flores, de la arqueología de los edificios que
marcaban tres siglos de historia de una ciudad con historia. (MVM, 1974: 113)
En la actualidad mantiene su
atractivo, a pesar de los cambios de los últimos años. Su recorrido
está salpicado de kioscos con periódicos y revistas de diversas latitudes; paradas de flores, terrazas de bares y restaurantes dispuestos a
servir una paella con sangría a la hora más intempestiva; tiendas de souvenirs, mercadillos de fin de semana;
y, en los márgenes, pensiones y hoteles; edificios históricos: el teatro
Principal, el mercado de la Boqueria , el Liceu
(teatro de la ópera de la ciudad), la iglesia barroca de Betlem,
los palacios de La
Virreina y el Moja, antiguos conventos desamortizados,
la fuente de Canaletes –de la que dice
la leyenda que quien bebe su agua vuelve
siempre a la ciudad-; y una no menos heterogénea y siempre densa masa humana compuesta de
artistas, estatuas humanas, vendedores,
astrólogos y adivinadores del porvenir, turistas, trileros, mochileros, guardias
y gente habitual, 'ramblistas' o rambleros de toda la vida; es uno de los
mejores lugares de Barcelona para pasear
y parar a tomarse algo en una terraza o en un
banco -si se tiene la suerte de conseguirlo- viendo pasar la vida.
Estas Rambles, están vivas para MVM:
Font de Canaletes |
No hay precio para lo que aparece en cualquier bocacalle del distrito
quinto abierta a las Ramblas: la brusca desembocadura en un río por donde
circula la biología y la historia de una ciudad, del mundo entero. (MVM, 1978: 37)
Cercana, y no menos atractiva, está la plaza Reial que los domingos alberga un
mercado de compraventa filatélico y numismático... Pero volvamos
al centro de El Raval. Si bien los
cambios han sido muchos, todavía restan patios traseros repletos de macetas de
colores y tendederos de ropa, bazares de vídeo-sexo, Peep Show y un fuerte tufo a esperma mezclado con ambientador
barato; son calles como la de Sant Ramon,
la de Les Tàpies o la de Sant Rafel, donde poco se meten los visitantes porque carecen
de la luz que atrae a los turistas ocasionales; sin embargo, para algunos mantienen el halo mitológico del
auténtico latido del viejo y mísero Barrio
Chino de Barcelona…
Intentar
librarse de ello ha requerido actuaciones sucesivas de remodelación, hasta
conseguir el aspecto actual. Aunque ya no esté en ninguna periferia, el nombre,
El Raval ha recuperado, en la toponimia actual, lo que había sido respecto a
la ciudad; un lugar fuera del perímetro de las murallas que la oprimían en el
siglo XIX, el barrio proveedor de todas las necesidades de los marineros que
recalaban en Barcelona. El Gran Teatre del Liceu y el Palau de la Virreina
miran a La Rambla y dan la espalda a El Raval.
Casa Leopoldo, en la calle de Sant Rafel, está en el centro de esta aglomeración urbana, socialmente compleja. Fue fundada en un viejo edificio de 1730, por el abuelo Leopoldo, en 1929, cuando Barcelona presentó la Exposición Universal y el mundo sufría una de las caídas económicas más espectaculares de la historia. Decorada con mosaico en las paredes; con cuadros y fotografías y resaltar, sobre todo, las dedicatorias y las alusiones taurinas. Los toros y el arte de torearlos eran el principal espectáculo popular de la ciudad y de la clase trabajadora que vivía en El Raval; obreros portuarios y trabajadores de las fábricas del barrio. Es el recuerdo de una Barcelona que se resiste a desaparecer. Casa Leopoldo es un centro de reuniones y de conversaciones que se alargan. La mejor consigna para comer bien allí es decir: "Vengo de parte de Pepe Carvalho, póngame lo que ustedes quieran”
Los cambios han sido muchos, antes y después de los
Juegos Olímpicos de 1992, pero ese
populoso espacio urbano mantiene su denominación, la de arrabal de la ciudad,
como categoría del barrio que fue, expresado en catalán: El Raval. Sector de
huertas y campos en la Edad Media donde se habían instalado instituciones
hospitalarias: el Hospital de la Santa Creu, de estilo gótico civil, único y
espléndido, que mantiene su culta laicidad. Cerca, el románico de Sant Llàtzer,
capilla-ermita, que se encuentra en la plaza del Pedró, que hasta hace muy poco
aún exhibía un rótulo en la puerta de entrada que decía Expendeduría de Timbres
y Tabacos y, en el extremo sur-occidental, el monasterio de Sant Pau del Camp,
igualmente románico, con planta de cruz latina y un pequeño claustro.
En el siglo
XVIII, se inició la urbanización del barrio, llegaron las primeras industrias y
se construyeron viviendas. Su gran
crecimiento y el cerco de las murallas, obligaban a elevar los edificios y a crear una
abigarrada red de calles donde nunca
entraba el sol, lo que generó problemas de salubridad por la densidad humana y
la falta de equipamientos adecuados “-Un piano en este barrio. Imposible. Tal
vez en la calle Obispo Laguarda. Allí hay casas con ascensor”, dice un
personaje de El
Pianista (1985, pág. 147), también llevada al cine por
Mario Gas en 1998.
Casa Leopoldo, en la calle de Sant Rafel, está en el centro de esta aglomeración urbana, socialmente compleja. Fue fundada en un viejo edificio de 1730, por el abuelo Leopoldo, en 1929, cuando Barcelona presentó la Exposición Universal y el mundo sufría una de las caídas económicas más espectaculares de la historia. Decorada con mosaico en las paredes; con cuadros y fotografías y resaltar, sobre todo, las dedicatorias y las alusiones taurinas. Los toros y el arte de torearlos eran el principal espectáculo popular de la ciudad y de la clase trabajadora que vivía en El Raval; obreros portuarios y trabajadores de las fábricas del barrio. Es el recuerdo de una Barcelona que se resiste a desaparecer. Casa Leopoldo es un centro de reuniones y de conversaciones que se alargan. La mejor consigna para comer bien allí es decir: "Vengo de parte de Pepe Carvalho, póngame lo que ustedes quieran”
El restaurante, reiteradamente recordado en la serie Carvalho, tiene una buena bodega y es el punto de encuentro de cierta élite intelectual.
Todo empezó el día en que MVM fue
con su padre a comer a Casa Leopoldo: "Siempre conservó el nombre de Casa
Leopoldo como el de la iniciación a un ritual apasionante" (Los mares del
Sur: 54) que recoge la propia película, dirigida por Manuel Esteban en 1991.
El Distrito Quinto fue un barrio de calles estrechas y
malolientes; de fachadas altas, siniestras y pardas. Las plantas de los raquíticos balcones parecían surgir de la
pared más que de un tiesto:
En estos barrios la
gente siempre está en el balcón
para ver lo poco que pasa por sus calles
y lo adornan como un anticipo del jardín deseado: geranios, clavelinas,
esparragueras, lo que crece en estas calles poco soleadas, y bajan al paso de
los percherones a cogerles las boñigas para abonar la tierra de las macetas. (MVM, 1985: 138)
El autor presenta un barrio con persianas de listones verdes, ventanucos
enrejados, ropa tendida tapada con plásticos mugrientos, y pequeños comercios que
abastecían el barrio: alpargaterías y talleres para la reparación de motos;
tiendas de ultramarinos con aspecto de rancio; vaquerías, lecherías...
Un
barrio que realquilaba alguna habitación de la casa para sobrevivir en pequeños pisos, sin
comodidades: sin agua corriente, ni luz eléctrica; con inviernos fríos y
calurosos veranos; y con
un espacio público en calles bulliciosas, pero sin libertad. En la:
“Puerta de la Paz
suena el tararí tararí de arriar bandera
y todo el mundo inmóvil en la calle, como si estuviéramos todos muertos de pié
saludando con el brazo en alto” (MVM, 1985: 110)
Las gentes buscaban poder reunirse
con vecinos y amigos, en tertulias, a charlar, fumar, tomar el sol; a hacerse confidencias, promesas de amor eterno en espacios que permanecían escondidos o, al menos, pasaban desapercibidos para los policías y los chivatos. El entorno elegido era el de los terrados, azoteas de las casas de vecinos, que no pertenecían a
nadie y todos podían hacer suyos:
- Le he dicho que subiera aquí a airearse un poco y se ha sorprendido
mucho de que subiéramos al terrado cada tarde.
- ¿Por qué subimos a este
terrado cada tarde? Tal vez para no
bajar a la calle. ¿A ti no te pasa? Me parece vivir en un país que no es el mío, desde que entraron «estos». Mira, mira ésa, está fumando (MVM, 1985:111)
Muestra los cines de barrio con las sesiones dobles del sábado por la tarde, con películas en blanco y negro o en tecnicolor. Cita los cines: Céntrico, Goya, Horas “lleno de chinches y de orines de viejos” (El pianista: 151); Argentina, Diana, Monumental, Padró, Pelayo, Cataluña, Vergara, Atlantico -can Pistola-, Avenida de la Luz , Ramblas, Latino, Unión, Barcelona, Edén, Alarcón, Castilla, Nuevo, Arnau… De mejor o peor categoría eran “olorosos a zotal y animados por pajilleras, de posguerra, al servicio del poco poder adquisitivo de sus clientes, adictos al SOE (Servicio Obligatorio de Enfermedad”. (El Pianista:151) y nuestro autor, lo recuerda (“El País” 3/4/ 2003)
Inaugurado en 1940, después de la guerra. La Avenida de
la Luz fue la primera galería comercial subterránea de Europa. Se accedía por
la estación de metro de Plaza Catalunya.
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En la ronda de Sant Antoni estaba el límite y la frontera meridional del
barrio. Era el lugar de paseo y de compras; comercios de
escaparates más generosos, con pijamas, zapatos o cacerolas; cúmulo de objetos
agolpados e indiscriminados, tapándose entre
sí; tiendas de muebles, con tresillos, reposapiés, revisteros, teléfonos de
alabastro retrotraídos del tiempo; o dálmatas esclerotizados, de porcelana,
fúnebres, pero al alcance de todos los
bolsillos; era un espacio de abasto excepcional. También el del fin de semana,
porque del mercado de víveres de Sant Antoni contaba, sigue
contando, con puestos de libros nuevos y de viejo, tebeos, cromos, discos y
pequeños cachivaches, los domingos por
la mañana; donde se iba, y se sigue
yendo, a buscar el cromo de la colección que no aparecía nunca en los sobres
sorpresa, para intercambiar con otros
que, en grupos espontáneos, acudían con el mismo fin; sabían que, fácilmente, iban a encontrar su
homólogo. Ya en el límite con la ronda
de Sant Pau estaba, y también continúa, el colegio de los Escolapios (can colapi), donde
asistían los hijos de la gente del barrio, desde las clases populares hasta una cierta mesocracia con cierto poder
adquisitivo, que eran respetados porque que
tenían una tienda, elemento de valor para una época de escasez.
A veces llegó a dudar de la realidad de aquel barrio.
En el recuerdo le parecía como una ciudad pobre y sumergida en un almíbar
agridulce. Humillados y vencidos, en la cotidiana obligación de pedir perdón
por haber nacido. La primera vez que Carvalho abandonó aquellas calles, por un
cierto tiempo pensó que se había liberado para siempre de la condición de
animal ahogado en la tristeza histórica. Pero la llevaba encima como el caracol
lleva su cáscara, y cuando ya tarde decidió aceptar todo lo que le había hecho
lo que era y quién era, volvió al escenario de su infancia y su adolescencia.
Aquellos barrios se habían convertido en la antesala del cementerio para las
viejas generaciones condenadas a morir entre sus humedades, mientras los hijos
se guarecían en las madrigueras del extrarradio barcelonés. (MVM, 1977: 90)
La suciedad de las calles, con borrachos y
putas, con delincuencia, son palabras vacías por sí solas, que el autor
convirtió en literarias a través de las vidas de personajes como Biscuter o
Charo, su novia prostituta. Calles compartidas por dos hombres bien distintos:
Pepe Carvalho que había sufrido prisión durante el franquismo y Méndez, que era
policía, aunque no policía franquista. Carvalho llegó a ser miembro de la CIA y
recorrió el mundo, Méndez siguió por las calles de Barcelona como inspector,
sin que nunca tuviera un ascenso. Carvalho con gusto y afición por comer bien y
cocinar con esmero y Méndez caracterizado como un pésimo gourmet que engulle
tortilla de patatas momificada. Carvalho es capaz de elegir el vino adecuado,
de la mejor cosecha, y ofrecerlo o sorberlo con la temperatura que corresponde;
Méndez tiene una visión enológica raquítica y su paladar no aspira a un mejor
vino que el de garrafa. Carvalho es fumador de habanos y Méndez solo
aspira el humo del puro del
poderoso al que espía. Sus antítesis siguen también en su apariencia: Carvalho es atractivo para
las mujeres y tiene frecuentes relaciones sexuales con escaso vínculo; el pobre
Méndez vive solitario sin que pueda
acceder fácilmente al consuelo amoroso. También se distinguen por su lugar de residencia: Carvalho trabaja
en las Ramblas y vive en Vallvidrera, Méndez trabaja y vive en el Barrio Chino
sin que sus pulmones puedan resistir el
aire más puro de Vallvidrera.
Pero, aun siendo tan distintos, son
igualmente críticos con el poder y los poderosos, y comparten su solidaridad
con los más desfavorecidos. Se parecen en el sentido que tienen de la justicia,
aunque no coincidan en cómo administrarla. El oficio de Carvalho es buscar la
verdad y mostrarla a sus clientes, pero no entregar al culpable a la policía;
Méndez sabe que no siempre la ley protege al más débil. Pero, por encima de
todo, e indistintamente de sus semejanzas o diferencias, comparten su amor por
la ciudad y por sus calles y sus
rincones. Aman su gente, sus oscuridades, sus ausencias, sus miradas. Les interesan
las huellas que alguien dejó en una esquina, los fantasmas que sugieren:
Construí el personaje con una serie de materiales de derribo que lo hacían
inverosímil en la realidad material, pero perfecta y mágicamente verosímil en
la realidad literaria. Inmigrante, ex-agente de la CIA , ex-miembro del Partido
Comunista, amante de una prostituta de teléfono, viviendo inmerso en una
familia atípica (Biscúter, Bromuro, Charo, el gestor Fuster). Todos estos
ingredientes dibujaban un personaje social y psicológicamente fronterizo,
observador distante y crítico de todo y en condiciones de sancionar la realidad
desde una arbitrariedad impune. El que era guardaespaldas en Yo maté a Kennedy se convirtió en
investigador privado, en fisgador social que va preguntando por aquí y por allá
hasta hacerse una composición de lugar al mismo tiempo que se la va haciendo el
lector. (MVM, 1990)
Carvalho nace con Yo maté a Kennedy (1972) el personaje es un superagente secreto gallego con licencia para
matar, infiltrado en una Casa Blanca de realidad virtual, tal como
lo son en esta novela todos los protagonistas creados por los medios de
comunicación de masas, incluidos John, Bob, Jacqueline, de la familia de los
Kennedy. Es una obra de la etapa vanguardista, escrita
en forma de collage entre canciones, escenas teatrales, crítica literaria,
panfletos políticos y parodia de los medios de comunicación. La novela era un intento de explicar la realidad de la España de finales de los
años 60 y principios de los setenta, inmersa en una modernidad de desarrollo cultural
y tecnológico y una parálisis política. Yo
maté a Kennedy era un yo maté a Franco imposible. El poema de Lady Bird recorre toda la
novela (MVM, 1996a: 126-127)
He
sorprendido otra vez a lady Bird mirando por el ojo de la cerradura de las
habitaciones privadas de Bob Kennedy. La he zarandeado para que advirtiera mi
presencia y ha intentado salir del paso imitando con los labios el sonido del
cuchillo (MVM, 1972: 137)
Cabe señalar que la poesía de V. Montalbán tiene gran presencia en su narrativa, porque su forma se
reproducirá en los monólogos interiores descriptivos y sentimentales de sus novelas y relatos. Su poesía se
caracteriza por su unidad, en la
complejidad. En algunas de las obras narrativas de la serie de Carvalho se produce la inclusión del propio autor, por
medio de sus poemas. Sirva de ejemplo su poema SOE, muy vinculada a su
obra narrativa donde nos recuerda el espacio:
En la pared el rapto de las sabinas
ocre y verde desconchadas
macas de humedad, raídos
tapizados de damasco clareados por el sol
tardío en el balcón de hierro blanco
por el polvo
subían de la
calle
el rumor y el tufillo de las fritangas,
cabezas de corderos ciegos, pinchitos
de chorizo, papas asadas, pimienta,
mujeres en traje de chaqueta hablaban
me la busca, alguien arrancaba
un timbrazo único de aquella puerta
de cristal opaco-lavajes de gomas-
sífilis-las muchachas reían en la esquina
las dos o tres palabras del albañil
-restauraban la fachada de un bar
casa
Manolo-invitándolas a un carajillo…
(MVM, 1996a: 47)
Los comienzos como novelista de Vázquez Montalbán coinciden con la explosión del arte popular urbano
basado en los medios de comunicación de masas. El arte «pop» se sirve del collage
y la intertextualidad, como elemento básico del, entre otros, lenguaje
publicitario. Con la citación implícita y explícita de otras obras, conseguía
una gran condensación informativa ampliando el carácter polisémico del signo.
Si el realismo social respetaba el mantenimiento del orden
establecido, la tendencia al absurdo y
lo irracional son los elementos vertebradores del «cogito interruptus» del que
hablara Umberto Eco (Apocalípticos e integrados, 1985: 384). Vázquez Montalbán elaboraba un
discurso crítico contra una sociedad materializada, que oculta y reelabora viejos conceptos ideológicos y
falsea impresentables situaciones sociales o políticas desde la multiplicidad
discursiva de los medios de comunicación. De hecho, reproduce en su obra
escrita un mecanismo propio del cine.
Tras el mayo francés y la invasión soviética a Checoslovaquia se da un momento de confusión y desorientación en la izquierda europea y enla española. Esa crisis
ideológica propicia la elaboración de un discurso literario que deja de ser el social de la
generación del medio siglo. Vázquez Montalbán será una de las voces más
críticas que se alcen en contra del llamado realismo social español. De esta forma, se obtendrá una forma de
crónica crítica subjetiva ajena al objetivismo, que será la antecesora directa
de lo que dentro de la obra de MVM se ha llamado la «crónica sentimental», tanto en el periodismo, como en su obra
narrativa o poética.
Tras el mayo francés y la invasión soviética a Checoslovaquia se da un momento de confusión y desorientación en la izquierda europea y en
El paso a la transición y la consolidación de la democracia se tiene en cuenta en La soledad del Manager, que transporta a aquellos difíciles finales de los setenta y primeros de los ochenta, donde España se debatía entre la dictadura, la transición y la definitiva democracia. Aparece muerto un manager internacional, en el bolsillo de su americana hay unas bragas; la viuda encarga el caso a Carvalho. Lo que en principio parece un crimen sexual, se complica de forma truculenta y se convierte en toda una trama política que tiene como fondo la consolidación democrática española. Para situar la época resalta los acontecimientos habituales del momento, en su escenario favorito La Rambla:
Anochecía en las Ramblas, Carvalho empezó a
captar los síntomas de que se acercaban las algaradas cotidianas. La policía de
la Brigada Especial
Antidisturbios había empezado a tomar posiciones según un ritual de perpetuo estado de sitio.
Jóvenes contraculturales apolíticos y jóvenes contraculturales políticos
divorciaban sus grupos. En cualquier momento podía aparecer un comando de
ultraderecha actuando como provocador y por las aceras se deslizaban los
militantes de este y aquel partido en busca de sus sedes ya legales, sin ganas
de verse mezclados en la inmensa trifulca, dispuestos a no verse desmontados de
un porrazo del recién adquirido caballo de la legalidad y la respetabilidad histórica. Entre las ocho
y las diez desaparecían putas,
macarrones, maricones, hampones mayores y menores para no recibir de rechazo un golpe político.
Desde la ventana Carvalho contempla el aumento de tensión Ramblas arriba y a su lado Biscuter se quejaba de lo peligrosa que se está poniendo la ciudad. (MVM,
1977: 63)
El Barrio Chino y Barcelona, esbozados en Tatuaje (1974), cobraron
mucha más importancia en La soledad del manager (1977) y se trasforman en materia literaria a partir de Los mares del sur (1979).
Año 1979, en vísperas de las elecciones municipales en Barcelona, Pepe
Carvalho tiene que investigar las causas de un misterioso crimen. Stuart
Pedrell, un hombre de negocios, aparece
muerto a navajazos en un rincón de la ciudad, cuando se le suponía haciendo un viaje por la
Polinesia. Carvalho investiga sus
andanzas durante ese año. Tiene una peculiar personalidad, obsesión por seguir las obres de Gauguin y
deseo de ir a los mares del Sur, como símbolo de un sueño irrealizable. Poco a poco descubre que todo se
funde en un sentimiento de frustración personal. El relato hace un cuadro
de personajes y ambientes que refleja los conflictos personales y sociales del
momento. A partir de esta novela la Ciudad Condal pasa a
ser una metáfora, un personaje que irá evolucionando título a título, para dar
sentido al ocaso geográfico de la memoria del detective.
Carvalho fue hacia el sur a largas zancadas con los
brazos subrayando el esfuerzo del cuerpo y los ojos vigilantes repitiéndose
mentalmente que era un imbécil. Se lanzó a la calzada rodeante del monumento de
Colón entre miradas aviesas y algún insulto de los automovilistas. La Puerta de la Paz parecía despoblada por la
primavera fría aunque el sol calentaba a algunos ancianos en los bancos, y los
fotógrafos ambulantes perseguían con su salmodia a los escasos turistas
desganados. Junto a la garita donde vendían los tickets para las golondrinas, yacía una desastrada y
sucia muchacha con niño mamante y semidormido. Un cartón a su lado contaba la
historia de un marido canceroso y de una situación de extrema necesidad que exigía la limosna del paseante.
Pedigüeños, parados, seguidores del Niño Jesús y de la santísima madre que los
parió. La ciudad parecía inundada de fugitivos de todo y de todos. Pasó lenta
una barca, abriendo estelas pesadas en las aguas grasientas. (MVM, 1986: 88).
Para Carvalho, las intrincadas callejas del Raval son una ciudad en sí misma, viva, decadente, que lucha por alejarse de las piquetas.
A partir de El laberinto griego
(1991), que coincide con el comienzo de la construcción de la Villa Olímpica
destinada a los Juegos de 1992. Carvalho se siente progresivamente desubicado[1].
Donde antes había prostitutas ahora se veían universitarios entrando
en la Pompeu Fabra ,
y desde las alturas de Vallvidrera se divisaba una nueva silueta:
Sobre todo la ciudad postolímpica, abierta al mar,
surcada por vías rápidas, en plena destrucción el Barrio Chino, las avionetas
de lo políticamente correcto sobrevolando la ciudad, fumigándola por matar sus
bacterias, sus virus históricos... convertida en un teatro profiláctico para
interpretar la farsa de la modernidad (MVM,
1997: 16)
Allí fueron los nuevos colonos
urbanitas en busca de El Dorado, pero no Carvalho. Por eso necesitará irse en El premio (1996) a Madrid, “La ciudad del millón de dossiers, donde todo
el mundo trafica con lo que sabe sobre las cloacas ajenas” (MVM, 1996: 75) y más tarde a Buenos Aires en su Quinteto en Buenos Aires (1997), en un
intento por reubicarse. Sin embargo, regresará sin remedio a Barcelona en El hombre de mi vida (2000). Ahora, ya
sólo le queda dar vueltas en torno a la vejez y la muerte que la ve más cerca.
Eso es lo que siente Pepe Carvalho. En esta novela, también vuelve Charo, que tras
haberse marchado a trabajar a un hotel de Andorra para un buen cliente en las
aventuras de El laberinto griego (1991), película dirigida por Rafael Alcázar, en 1993. Ahora,
en el verano de 1999, vuelve enamoradísima de Carvalho y su ex cliente le monta
una tienda de dietética en el Puerto Olímpico. Pero el ex cliente de Charo,
influyente político de la administración autonómica catalana, quiere también
ayudar a Carvalho a reorganizar su vida y para ello lo introduce en los
ambientes de los Servicios de Inteligencia catalanes.
A pocos meses del final del milenio, Carvalho vive una historia de amor con una atractiva mujer que viene del pasado, Jessica Stuart-Pedrell, a la que conocimos en Los mares del sur (1979). Carvalho convive con la sospecha de que ha sido elegido para una finalidad que no puede controlar. El retrato de Carvalho, sin patrias ni banderas, jugando con el espionaje a la catalana está bien logrado. Lo que le pasa demuestra y confirma el intento de coherencia narrativa del autor a lo largo de toda la serie, el esfuerzo por hacer una narrativa de personaje, voluntad totalmente exitosa. Porque Carvalho, para bien o para mal, ya no puede leerse aisladamente.
Lo
mejor de El hombre de mi vida es el
resignado y entrañable reencuentro del detective con Barcelona, de la que había
abominado a partir del proceso desencadenado. Carvalho admite que le cuesta aceptar su satisfacción cuando baja por La Rambla para encontrarse con un mar
que, a pesar de los nuevos centros comerciales y lúdicos, le pertenece. Era
inimaginable que, anteriormente, Carvalho
disfrutara bañándose en las playas de Barcelona. El detective busca olores,
como el de la fritanga de gambas, que le devuelvan su imaginario de la ciudad y
empieza a aceptarla, aunque sea una Barcelona "hermosa pero sin alma" desde los Juegos Olímpicos (El laberinto
griego, 1991, y Sabotaje olímpico, 1993) Esto provoca una mirada
analítica sobre la ciudad que, inmersa en la sociedad de la globalización,
sufre los embates característicos de hoy. Las nuevas peripecias del detective están relacionadas asuntos relacionados con con el desarrollo de las sectas religiosas, el auge de los
nacionalismos y la pérdida de la privacidad por culpa de una sociedad que todo
lo controla en extremo. Carvalho, este penúltimo Carvalho en la Barcelona del
final del siglo XX deja de ser personaje y se convierte en
persona. Por eso piensa con frecuencia en la edad. Por lo mismo hace viajes
incesantes a la infancia, se enternece con el recuerdo de los juegos con
pólvora barata y evoca un viejo perro muerto con sensibilidad proustiana. El
héroe murió. Le ha sucedido un otro que se descubre a sí mismo «con alma de
jubilado». Le ha vencido el escepticismo y la derrota: ya «no me quedan
banderas», confiesa. Lo que hace en este momento es echar cuentas. Su
patrimonio son 10 millones ahorrados y casa en propiedad. Así que debe asegurar
el futuro. Quizá se haga funcionario. Milenio I y II
(2004) es, en parte, el retorno o la re-invocación de MVM a las
formas argumentativas más características de la llamada etapa subnormal
—de hecho, siempre han salpicado su obra—, con estrategias estilísticas y narrativas que ya había utilizado en los años sesenta y primeros setenta para poner de manifiesto que la normalidad del imperialismo y del
capitalismo dominante era capaz simplemente de generar todo tipo de
desastres.
Entre El hombre de mi vida y Milenio hay un vacío cronológico: en la primera, la acción tenía lugar entre los meses de noviembre y diciembre de 1999; la segunda empieza en junio de 2002 y acabala Navidad del mismo año. Al
final de El hombre de mi vida, Carvalho ajustaba las cuentas con
Anfruns, que en un comportamiento quijotesco ofrecía ayuda desganada a todo
tipo de desvalidos, como había hecho siempre, y como también hará a lo largo de
la vuelta al mundo. La huida de Carvalho y Biscuter, además
del referente quijotesco, contempla declara intertextualidad con La vuelta al mundo en ochenta días,
de Jules Verne o respecto a Bouvard y Pécuchet, obra inacabada de Gustave Flaubert
que Carvalho quemará casi al final del recorrido. Carvalho y Biscuter hacen un viaje que, para el primero, es de despedida del mundo y,
para el segundo, de emancipación y en cierta manera de asimilación al personaje
de Carvalho. Carvalho sale de Barcelona
como personaje agotado, cansado del mundo y de sí mismo. Quizá desde su regreso a Barcelona, a
principios de los setenta, su esperanza es escasa, como mucho sólo tiene la
voluntad de no interponerse en la de los
otros, siempre que no sea demasiado irracional o absurda. En el presente de las
obras han transcurrido ya más de cuatro décadas; el comunismo se ha deshecho, la guerra fría la
han ganado los buenos, el imperialismo tiene otra etiqueta, pero, a grandes
rasgos, el resumen de la situación es tan complicada como entonces: desorden e
injusticia por doquier. No es casual, por ejemplo, que a menudo, mientras
Carvalho y Biscuter recorren el mundo, la memoria del detective evoque días y
hechos de la inmediata posguerra civil española, como si lo que vive ahora fuera repetición de lo vivido, y lo
único que haya cambiado haya sido el escenario.
Al margen de Pepe Carvalho, El pianista relata, desde una visión posmoderna respecto al espacio de El Raval en dos épocas: la de los años de posguerra y la de los años ochenta. Esta segunda permite seguir un itinerario urbano que contiene una profunda crítica a la sociedad de la penúltima decena del siglo XX. Para ello utiliza a unos adultos universitarios con ideología de izquierdas que en su juventud habían participado en el movimiento democrático opuesto al franquismo y propiciado la llegada de la democracia; y, en el presente novelado, la década de los ochenta, se han aburguesado y casi se han olvidado de su pasado reciente. Los personajes caminan y mencionan espacios significativos de La Rambla, connotados y comparados con otros antes existentes y que el paso del tiempo ha hecho desaparecer. Señalan que hacen “un paseo crítico”:
A pocos meses del final del milenio, Carvalho vive una historia de amor con una atractiva mujer que viene del pasado, Jessica Stuart-Pedrell, a la que conocimos en Los mares del sur (1979). Carvalho convive con la sospecha de que ha sido elegido para una finalidad que no puede controlar. El retrato de Carvalho, sin patrias ni banderas, jugando con el espionaje a la catalana está bien logrado. Lo que le pasa demuestra y confirma el intento de coherencia narrativa del autor a lo largo de toda la serie, el esfuerzo por hacer una narrativa de personaje, voluntad totalmente exitosa. Porque Carvalho, para bien o para mal, ya no puede leerse aisladamente.
Entre El hombre de mi vida y Milenio hay un vacío cronológico: en la primera, la acción tenía lugar entre los meses de noviembre y diciembre de 1999; la segunda empieza en junio de 2002 y acaba
Al margen de Pepe Carvalho, El pianista relata, desde una visión posmoderna respecto al espacio de El Raval en dos épocas: la de los años de posguerra y la de los años ochenta. Esta segunda permite seguir un itinerario urbano que contiene una profunda crítica a la sociedad de la penúltima decena del siglo XX. Para ello utiliza a unos adultos universitarios con ideología de izquierdas que en su juventud habían participado en el movimiento democrático opuesto al franquismo y propiciado la llegada de la democracia; y, en el presente novelado, la década de los ochenta, se han aburguesado y casi se han olvidado de su pasado reciente. Los personajes caminan y mencionan espacios significativos de La Rambla, connotados y comparados con otros antes existentes y que el paso del tiempo ha hecho desaparecer. Señalan que hacen “un paseo crítico”:
Empezaríamos por la
hamburguesería que han abierto en el viejo Canaletas. Podríamos hacer allí una
reflexión sobre la degradación de la
gastronomía y la penetración cultural imperial norteamericana a través de la
hamburguesa. A dos pasos está los corrillos culés
y podríamos meditar amargamente sobre la pérdida de las señas de identidad
de un club como el Barcelona, en otro tiempo vanguardia épica de la Catalunya resistente.
Luego pasaremos ante el cine capitol, el viejo Can Pistola, donde sólo
proyectan basura porno o pseudoporno, con lo que podremos lamentarnos sobre la
corrupción de la cultura de masas y la desinformación sexual generalizada. A
continuación el reformado Moka, obligada parada en el vía crucis para considerar el qué se hizo de los cafés de antaño,
sustituídos por la ambigüedad formal de los establecimientos actuales en los
que las farmacias parecen cafeterías y las cafeterías farmacias… ¿Queréis que
siga? En las Ramblas cabe un visión cósmica y si alzamos la cabeza seguro que
veremos un ovni de la
Internacional Socialista Planetaria, y así
hasta el puerto. (MVM,
1985:31)
El itinerario del grupo empieza en la casa de una de las parejas, en la
calle Obispo Laguarda, cercana a la
plaza del Pedró; sigue por Riera Alta, Carme, plaza y calle dels Angels,
Tallers, Jovellanos, Pelayo, y continúa por la cabecera de La Rambla. Estos amigos
pasan por la coctelería Boadas -parada obligada para muchos-.
Citan el palacio
de la Virreina ,
el Liceu, ven kioscos, floristerías, y
demás mobiliario urbano del paseo y llegan hasta una sala de espectáculos de una
travesía de la parte más baja, junto al puerto, en donde hay un pianista -que
da el título a la novela- y contiene una bella historia en flash back que se retrotrae a la Guerra Civil.
Como ya hemos señalado, de todo cuanto el autor recuerda
de su niñez queda poco. Apenas algunas casas de habitaciones, un mundo de miseria que parece
salido de la noche, al lado de los nuevos edificios de promoción pública, y un
puñado de acabadas mujeres, apostadas en algunas esquinas, que se baten como
ejército en retirada. Ahí, en El Raval,
como en otras partes de Barcelona donde hubo espacios cerrados, se han eliminado
fincas y se han abierto plazas y calles
más anchas; la nueva Rambla del Raval, museos, algún nuevo hotel de diez plantas, la Filmoteca , la UGT , multicines y tantas otras cosas que hace treinta o incluso veinte años jamás se nos hubiera ocurrió
imaginar. "Nada quedó de abril” con un abril como referente
histórico de una edad de oro perdida, como motivo sentimental de convertir la
memoria en deseo, la historia en razón para luchar:
Coctelería Boadas |
La Rambla de Barcelona |
Nada quedó del
puerto,
grúas retorcidas,
patrulleros hundidos, serones
cargados de alcaparras y girasoles, cascotes
de bombas misteriosamente, humanizadas, se oían
caer después, ya de vuelta a la ciudad, como
una noche impuesta que se impone gritando
cargados de alcaparras y girasoles, cascotes
de bombas misteriosamente, humanizadas, se oían
caer después, ya de vuelta a la ciudad, como
una noche impuesta que se impone gritando
murieron
pretendientes y
nadie descendió a la calle
al paso de los percherones
al paso de los percherones
los geranios
se agostaron en
cenizas amarillas
luego
volvieron otras
tardes de abril, no aquéllas
muertas
muertas ya para
siempre
los gitanos
perdieron duende, no
cantaban, tosían de
noche bajo el relente, cuando
cosíamos tristes arreglos de vestidos viejos
para mutilados cuerpos de posguerra
cosíamos tristes arreglos de vestidos viejos
para mutilados cuerpos de posguerra
incivil
inmutables, más
allá de esta ventana, de esta
persiana, de estas macetas vacías como planetas
deshabitados, los palos grises para tender
la ropa, azoteas de arenisca y ladrillos desportillados,
negras chimeneas rotas
y amarillos jaramagos sobre tejados en erosión
persiana, de estas macetas vacías como planetas
deshabitados, los palos grises para tender
la ropa, azoteas de arenisca y ladrillos desportillados,
negras chimeneas rotas
y amarillos jaramagos sobre tejados en erosión
("Nada quedó
de abril": fragmento).
No parecía posible que por aquellos lugares tristes y míseros llegaran
a pasear los turistas que hoy circulan a
diario, con guías en varias lenguas, que compran en los quioscos de La Rambla. Tampoco
sospechábamos que llegaría a haber rótulos en inglés, árabe, ruso; que los
bares además de calamares y tortilla de patatas contarían con falafel y shawarma; y que la alpargatería
sería sustituida por una galería
de arte. Hoy hay saris por la calle, carnicerías islámicas, souvenires en todas partes y, en los asientos de La Rambla , los viejos del
barrio conversan con recién llegados argelinos, centroeuropeos, marroquíes, o
de América latina. Lógicamente, el
cambio ha sido para bien; qué duda cabe. Pero en el imaginario personal, en aquel recuerdo en blanco y negro, prevalecen los sueños, los mitos surgidos de la memoria selectiva que los poetas han grabado
en nuestras mentes, de forma indeleble y ahora, al despertar, se rompen en mil
pedazos:
La ciudad queda así como un escenario
entre dos espectáculos y forzada en cierto sentido a dar siempre el
espectáculo. Ya no es la más norteña de las capitales del sur, ni la más sureña
de las capitales del norte, ni queda casi rastro de sus ingles del Barrio
Chino, ni placas conmemorativas de sus subversiones maravillosas; lo que es
centro volverá a ser centro, y las periferias quedarán fuera de las fotografías
de esta ciudad pequeño teatro, tal vez para teatro de ensayo, que hoy parece un
escenario propuesto para representaciones vengan de donde vengan, probablemente
de fuera (MVM, “El País”, 31 / 8 / 2002)
Para terminar decir que MVM fue polifacético y prolífico.
Más conocido como escritor de sus novelas de la serie Carvalho, por las que
alcanzó gran popularidad, y sirvieron
de modelo para el desarrollo de
la novela negra. Menos conocido por sus cuentos y relatos, en cierta manera la
esencia de algunos argumentos que después utilizó en otros libros. A título de ejemplo, "Pigmalión" de Pigmalión y otros
relatos, publicado por Seix Barral, en 1987:
También el audio «Paisaje de adolescencia con iglesia románica
sumergida» que fabula recuerdos escolares con tensión estilística e ironía.
Pertenece a relatos escritos entre 1965 y 1986. Los diecisiete que comprende
este volumen hacen un recorrido por
paisajes de la memoria de un pasado aún cercano («1945», «Helena del París de
Francia», «El jefe está que trina»), de la cotidianidad («El matarife», «La
vida privada del doctor Betriu», «A mí no me toca un tío asqueroso») o de mitos
culturales («El alevoso asesinato de Agatha Christie», «Mao en el Yang
Tse-kiang»). El libro tiene pluralidad de enfoques e intereses con unidad de
estilo.
A modo de epílogo, dejamos la entrevista a MVM de Canal +, concedida con el compromiso de ser emitida cuando ya no estuviera en este mundo.
__________________
1. Cassani Alberto G. en Le Barcellone perdute di Pepe Carvalho, 2000 señala que: “La ciudad literaria fue un resultado natural de la relación dialéctica entre lo bueno, lo malo y lo inevitable, pero a no ser que llegue alguna catástrofe, se fundan todos lo fusibles y crucen todos los cables, apagones que preparen el escenario de un Mad Max norteño, ¿Qué material literario va a incubarla Villa Olímpica como no sea combinaciones verbales para bolsas de precongelados? Sin duda todos, o al menos los que contamos en esta ciudad, su establishment, seremos más felices, pero con serias dificultades para perpetuar el imaginario barcelonés establecido entre 1714 y 1992”
Bibliografía
1. Cassani Alberto G. en Le Barcellone perdute di Pepe Carvalho, 2000 señala que: “La ciudad literaria fue un resultado natural de la relación dialéctica entre lo bueno, lo malo y lo inevitable, pero a no ser que llegue alguna catástrofe, se fundan todos lo fusibles y crucen todos los cables, apagones que preparen el escenario de un Mad Max norteño, ¿Qué material literario va a incubar
Adaptación del capítulo de libro:
Romea Castro, C. “El Barrio Chino de Manuel Vázquez
Montalbán. Ensayos sobre su obra”. Libro:
Manuel Vázquez Montalbán desde la memoria (José Manuel López Abiada/Augusta López Bernasochi/Michèle Oehrli,
Editores) Editorial: Editorial Verbum Páginas, inicial: 475 final: 495 Año: 2010
Lugar de publicación: Madrid ISBN: 978-84-7962-633-4 Depósito legal:
SE-2587-2010
Bibliografía
ARROYO, Francesc: "La subnormalidad o el
camino al paraíso", en Manuel Vázquez Montalbán: Escritos subnormales,
Barcelona: Seix Barral, 1989, pp. 5-11.
Obras literarias citadas.
· CASSANI, Alberto Giorgio: Le Barcellone perdute
di Pepe Carvalho Milano, Unicopli, 2000.
(Le città letterarie).
· COLMEIRO, José Fernando: "La novela
policiaca posmodernista de Vázquez Montalbán", en: Anales de la literatura
española contemporánea nº 14, 1989, pp. 11-32.
· ___ Crónica del desencanto: la narrativa de
Manuel Vázquez Montalbán, Miami, North South Center Press, 1996
· COMPITELLO, Malcolm Alan: "De la metanovela
a la novela: Manuel Vázquez Montalbán y los límites de la vanguardia española
contemporánea", en Fernando BURGOS (ed.), Prosa hispánica de vanguardia,
Madrid, Orígenes, 1986, pp. 191-199.
· DÍAZ ARENAS, Ángel: Quién es quién en la obra
narrativa de Manuel Vázquez Montalbán / Angel Díaz Arenas. Kassel,
Reichenberger, 1997.
· ECO, Umberto:
Apocalípticos e integrados, Barcelona, Lumen, 1985, p. 384
· MIRET, Enric: "Barcelona: espacio real,
espacio simbólico", en Yvan Lissorgues (coord.), La renovation du roman
espagnol depuis Toulouse, Presses 1975.
· RESINA , Joan
Ramon: El cadáver en la cocina, Barcelona, Anthropos.1997
2
2
ROMEA, Celia: "La Realidad literaturizada. Un motivo
didáctico”. En Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado nº.18, (Septiembre/Diciembre 1993). Zaragoza, 1993.
Páginas 155-168. http://www.ub.edu/frac/images/stories/DLL/pdf/Celia_Realidad_literaturalizada.pdf
· TYRAS, Georges: “Mon itinéraire Carvalho.” Les
Cahiers de la pensé sauvage 1, 1984 pp.
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___ Geometrías de la memoria. Conversaciones con
Manuel Vázquez Montalbán, Granada, Zoela Ediciones. 2003
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· VÁZQUEZ MONTALBÁN, Manuel: Una ciudad entre dos
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____ Un imaginario literario “El País” 15/3/ 2003
____ Un imaginario literario “El País” 15/3/ 2003
· ____ Ni siquiera se llamabaTerenc: “El País”
3/4/ 2003
· ____ El personaje novelesco, coordinado por
Marina Mayoral, publicado por el
Ministerio de Cultura y Ediciones Cátedra. 1990
Fragmento en http://www.vespito.net/mvm/persnov.html
p ____ PEPE CARVALHO http://es.wikipedia.org/wiki/Pepe_Carvalho
p ____ PEPE CARVALHO http://es.wikipedia.org/wiki/Pepe_Carvalho
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____ Manifiesto Subnormal, Barcelona: Ed. Kairós, 1970
____ Yo maté a Kennedy, Barcelona:
Ed. Planeta, 1972
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____ La soledad del manager, Barcelona: Planeta, 1977
____ Asesinato en el Comité Central, Barcelona: Planeta, 1981
____ Los pájaros de Bangkok, Barcelona: Planeta, 1983
____ La rosa de Alejandría , Barcelona: Planeta, 1984
____ El pianista, Barcelona: Seix Barral, 1985
____ Los mares del Sur, Barcelona:Planeta, 1986
____ Pigmalión y otros
relatos, Barcelona: Seix Barral, 1987
____ El laberinto griego, Barcelona: Planeta, 1991
____ Sabotaje olímpico, Barcelona: Planeta, 1993
____ El premio, Barcelona: Planeta, 1996b
____ Quinteto de Buenos Aires, Barcelona, Planeta, 1997
____ Milenio I y II, Barcelona, Planeta, 2004